Por José Calero
Los desafíos para el ministro Boudou
19 de julio de 2009
Amado Boudou recién comenzará a dar los primeros pasos como ministro de Economía a partir de esta semana.
Deberá brindar rápidos las principales líneas de una gestión que se avecina con grandes desafíos.
En especial por las dificultades de caja que afrontará el Gobierno nacional en el segundo semestre, agravadas por la debilidad política derivada de la derrota electoral.
Boudou deberá lidiar con un hecho inédito desde que el kirchnerismo gobierna: tras más de seis años de superávit, la economía argentina afronta déficit fiscal, y podría terminar el año con un rojo de hasta 6.000 millones de pesos en las cuentas públicas.
Es un escenario riesgoso cuando el financiamiento externo continúa cerrado y ni siquiera la billetera de Hugo Chávez aparece como opción en estas horas de más dudas que certezas.
La caja de la ANSeS, que el flamante ministro conoce muy bien por haber estado al frente del organismo que administra las jubilaciones, comenzó a achicarse en forma llamativa en la etapa previa a las elecciones, porque se usaron recursos para financiar obras públicas al calor de la campaña. Aún así, Boudou espera contar con fondos suficientes para crear el esperado Banco de Desarrollo.
La caída de entre 30 y 50 por ciento en los niveles de actividad, según el rubro que se trate, la expulsión de mano de obra verificada en construcción, siderurgia y servicios -entre otros-, que rondaría los 100 mil empleos, y la caída del comercio
exterior por la pérdida de competitividad de la economía local, son algunas de las asignaturas pendientes.
Para colmo, Boudou tomará las riendas de un Ministerio de Economía desprestigiado, primero por los pasos cuestionables de Felisa Miceli, después por el error de juicio de Martín Loustau y, luego, por la gestión sin pena ni gloria encarada por Carlos
Fernández.
Economía casi no existe en el gabinete nacional, como quedó demostrado en la cena que el gobierno convocó entre gallos y medianoches con empresarios y sindicalistas, donde la voz cantante la tuvieron el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el ministro
de Planificación Federal, Julio De Vido. Boudou fue el gran ausente.
El ministro de Economía arrancó la gestión con algunas dudas y curiosamente inmerso en una precoz ola de rumores, alentada por la demora en designar a sus colaboradores.
La situación de su mano derecha, el también marplatense Juan Guiñazú -cuyo padre tiene arresto domiciliario por haber sido condenado por la represión ilegal durante la última dictadura- fue una complicación inesperada.
En la Rosada admiten que no objetan a Guiñazú por lo que hizo su padre, pero sí cuestionan que Boudou no haya dejado bien claro a la Presidenta la situación de su colaborador, justo en un Gobierno que hizo de la defensa de los derechos humanos una
bandera.
Esta desprolijidad desgastó el arranque de gestión de Boudou y le dio la excusa justa al jefe de Gabinete para tomar la decisión de monitorear cada nombramiento elevado por el funcionario.
Ese juego de controles es parte de la lógica implacable del kirchnerismo y explica por qué Ofelia Cedola, compañera de estudios de los Kirchner, renunció a la Secretaría Legal y Administrativa de Economía para pasar a la Anses.
"La mandaron para que cuide al pibe", dicen en la Rosada, en alusión a que Cedola monitoreará los movimientos de Diego Bossio, de apenas 29 años y nuevo titular de la ANSeS, que también atraviesa problemas para designar colaboradores.
En este marco de tensión, Boudou arranca con la expectativa puesta en cómo convivirá con el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, un funcionario al que todos cuestionen pero que ganó espacio en los últimos días.
Moreno no sólo fue ratificado en el cargo, aunque algunos sostienen que su gestión es a plazo fijo, sino que continúa manejando la papelera Quilmes -ex Massuh- y ahora incorporó en su lista a la metalúrgica Mahle.
Autoasumido como un "comando", en el empresariado -entusiasmado con la convocatoria al Consejo Económico y Social- confían en que los días de Moreno en el Gobierno estén contados, y el campo lo acusa de casi todos los males, desde la caída en exportaciones
hasta el derrumbe del sector lácteo.
Por ahora, y para inquietud de Boudou, Moreno continuará en el cargo, y manteniendo una relación privilegiada con Néstor Kirchner, quien cada mañana le plantea a su funcionario todoterreno problemas concretos que traban la gestión de su esposa, para que los resuelva.
Moreno, quien dicen tiene una agenda privilegiada, termina casi todos sus días de la misma forma: llama a su `jefe` a Olivos para decirle "misión cumplida, problema resuelto", aunque luego se compruebe que no siempre es así.