Por José Calero
Faltó grandeza en el final
28 de junio de 2009
Acostumbrado al sabor del triunfo, al matrimonio presidencial le pareció faltar grandeza en la derrota final, incrédulos ante los resultados que le devolvieron las urnas, cuando se tardó varias horas en admitir la derrota y felicitó a regañadientes a "todos los que ganaron".
Furiosos por los números que les llegaban de la provincia de Buenos Aires, los Kirchner mantuvieron en vilo hasta último momento a cientos de entusiasmados militantes que habían acudido con toda su mística setentista a celebrar un triunfo que no fue.
Néstor Kirchner descargó su furia sobre los pocos intendentes del conurbano que se animaron a contestarle el teléfono en la triste noche de un domingo extraño.
La derrota impensada a manos de un adversario como Francisco De Narváez, al que se lo subestimó de principio a fin, dejó casi paralizado a un Gobierno que esperaba un triunfo de la mano del populoso y siempre fiel conurbano, donde muchos intendentes armaron listas paralelas porque encontraron en Kirchner a un candidato piantavotos.
La campaña había arrancado errática para un Kirchner que primero se mostró furioso, luego buscó dar imagen de racional y finalmente terminó espantando votos propios y ajenos.
De Narváez, a fuerza de millones invertidos en publicidad, pero también dando respuestas al reclamo de una sociedad harta de enfrentamientos y asperezas, se convirtió en el destinatario del voto de la gente cansada de un estilo basado en un juego permanente de confrontación.