El mismo día en que se le ocurrió escribir su carta "personal", tal vez Santiago Montoya ya sabía que su suerte estaba echada.

No soportó que casi lo obligaran por los diarios a postularse como candidato "testimonial" a concejal por San Isidro, una idea que le pareció un despropósito.

"Siento que en los últimos tiempos, desde el oficialismo hemos perdido parte de la capacidad de escuchar a la sociedad, a los líderes opositores, a los distintos sectores sociales y productivos del país", garabateó en el borrador de su carta.

Tal vez, en algún momento se preguntó si dejar o no ese párrafo, pero finalmente le pidió a su secretaria privada enviarlo a los medios.

En ese mismo momento se definió su futuro, ya que la carta no tardó más que algunos minutos en estar en la tapa de los portales y agencias de noticias y llegar rápido a los oídos del gobernador Daniel Scioli, pero sobre todo del ex presidente Néstor Kirchner.

La peor frase en el peor momento: en el kirchnerismo no hay lugar para las críticas, y menos en campaña electoral.

Scioli ya tenía decidido desde el jueves mismo despedir a un hombre clave de su gobierno, que necesita como nunca aumentar la recaudación.

Esperó en vano una retractación de Montoya, pero en lugar de ello la segunda carta ratificó los términos de la primera.

Ya el jueves por la noche Scioli le ordenó al ministro de Economía, Rafael Perelmiter, que le pidiera la renuncia.

El viernes Montoya pidió a sus colaboradores los últimos datos de recaudación y escribió una carta de renuncia que se pareció mucho a un portazo.