La herramienta tecnológica llamada “motion capture” es la clave para entender la estética de “Beowulf”. La consiste en sembrar sensores en todos los músculos de los actores (incluyendo los faciales), digitalizar la información que sale de ellos y plasmar el resultado en animaciones en tres dimensiones que asustan de tan precisas.
De este modo, el trabajo de Anthony Hopkins como en anciano rey Hrothgar, de Robin Wright Penn como la princesa Wealthow, de Angelina Jolie como la madre de Grendel, de John Malkovich como el consejero Unferth o de Ray Winstone como Beowulf quedan suspendidos en un terreno que el espectador, aún el más entrenado, no sabe cómo catalogar. Son ellos, pero son dibujos; no se los ve, pero nadie puede negar que las expresiones son las que todos conocemos.
El realismo de la animación es tal que llegó a plantear un problema para las autoridades de Hollywood. ¿Debía “Beowulf” y su hiperrealismo competir en la misma categoría que “Los Simpson: la película” y sus dibujos en dos dimensiones y apenas sombreados? Luego de mucho discutirlo, los popes de la Academia resolvieron que sí.
Por ello, “Beowulf” está incluida en la “lista corta” de doce títulos de la que saldrán los cinco nominados que competirán por la estatuilla. Allí también figuran los citados “Simpson”, además de “Ratatouille”, “Shrek Tercero”, “Bee Movie”, “Las tortugas ninja”, “Los Robinson”, y la francesa “Persepolis”, entre otras.