Por Sebastián Martínez
"X-Men: primera generación": orígenes
1 de junio de 2011
En líneas generales, la saga de los X-Men pudo mantener durante mucho tiempo un nivel que podría haber sido la envidia de tantas otras franquicias que naufragan entre la falta de ideas y de contenido. Dejando de lado los casos históricos como "La guerra de las galaxias", quizás sólo la primera y la última parte de la interminable historia de Batman pueda ponerse a la altura cinematográfica de los alcances obtenidos por los X-Men.
Y es que en los tres capítulos iniciales que dieron a conocer masivamente a estos personajes surgidos de los cómics, realmente tenían todos los componentes para ganarse el respeto del público. Una historia interesante, personajes con profundidad, escenas de acción bien logradas e, incluso, un debate filosófico e ideológico de fondo que revestía su interés.
De hecho, las tres primeras películas de los X-Men tuvieron la valentía de proponer al gran público, a la enorme masa pochoclera, temas que invitaban a repensar lo que significa ser diferente en las sociedades occidentales, qué implica ser aceptado y cuál es el precio que se paga para lograr la inclusión dentro del inestable estatuto de la "normalidad".
Quizás por este fabuloso debut que prolongó su estela de alta calidad durante toda una trilogía, es que la llegada hace dos años del primer spin-off basado en la historia de Wolverine resultó tan decepcionante. De algún modo, "Wolverine: orígenes" rompió el hechizo y hubo que hacerse a la idea de que los filmes de X-Men no eran infalibles.
En ese marco, de grandes expectativas y grandes desencantos llega ahora "X-Men: primera generación", la película que se propone contarnos los comienzos de la historia de los mutantes más famosos de la pantalla grande. Lo que, como saben aquellos que conozcan mínimamente el argumento, equivale a contar el momento en que se conocieron el más malo de los malos, llamado Magneto, y el más bueno de los buenos, llamado Profesor X.
Como ya se sabe, la historia de Magneto (interpretado aquí por Michael Fassbender) es traumática y comienza en los campos de concentración de los nazis. Es allí donde su mutación comienza a desarrollarse, al tiempo que su madre es asesinada en el marco de los planes de exterminio del Tercer Reich. Por ello, una vez que termine la guerra, su único propósito en la vida será encontrar al jerarca nazi que decidió la muerte de su familia (interpretado por Kevin Bacon) y vengarse. Este camino, llevará al joven Magneto hasta la Argentina y a la película a un blooper enorme que quizás sólo notemos quienes conocemos la topografía local.
Para un argentino, es difícil seguir viendo el filme luego de presenciar un error gigantesco como una montaña en su referencia sobre el país. Pero si uno hace un esfuerzo, puede continuar con la historia, que tiene su otra pata, por supuesto. El otro gran mutante, el Profesor X (que ahora quedó en manos de James McAvoy).
El mutante de poderes psíquicos casi inigualables tiene, a diferencia de Magneto, una juventud apacible, en la que se dedica a sus estudios sobre teoría genética, en un esfuerzo que hace por comprender su propia condición y la de su amiga Raven, otra mutante a quien luego conoceremos por otro nombre.
Mientras Magneto y el Profesor X recorren sus caminos, que en algún momento serán el mismo, el verdadero villano del asunto es el jerarca nazi que ha logrado salir de la Argentina, hacer contactos con rusos y estadounidenses, y encaminar las cosas para conducir al planeta a una tercera y definitiva guerra mundial. El escenario histórico, el de la Guerra Fría, tendrá su punto cúlmine en la llamada "crisis de los misiles", que en el filme se reescribe con letras mutantes.
Ese es más o menos el argumento, al que habría que añadirle alguna participación de la CIA y la llegada de varios otros mutantes que conforman la mentada "primera generación" del título.
El asunto es que la película parece desperdiciar sus grandes posibilidades de explotar la riqueza de la relación entre dos personajes como Magneto y el Profesor X. Más preocupada por no aburrir y sembrar escenas de acción, guiños al espectador y hasta pasos de comedia, los guionistas parecen haber olvidado que uno de los puntos fuertes de los X-Men son sus personajes, sus interioridades, sus conflictos con el mundo y con ellos mismos.
El otro punto fuerte de la saga era la reflexión sobre lo diferente y lo normal. Aquí se intenta reflotar con herramientas ya utilizadas, pero lo cierto es que no termina de salir bien la apuesta del filme. Al punto que, involuntariamente, la película termina dejando al espectador con más ganas de unirse a los malos que a los buenos.