Por Sebastián Martínez
"Prueba de amor": la otra habitación del hijo
13 de abril de 2011
Con un par de años de demora, llega finalmente a las carteleras argentinas una película que, esencialmente por su reparto, debería haber tenido mayor repercusión y que, sin embargo, ha descendido silenciosamente sobre las salas de exhibición.
Se trata de “Prueba de amor” (horrenda traducción de “The Greatest”), un filme duro, un poco convencional, con algunos golpes bajos y también con grandes interpretaciones.
La historia comienza con dos jóvenes, prácticamente dos adolescentes, que están abordando su debut sexual de un modo bastante romántico y consensuado. Las cosas marchan bien. Pero un poco más tarde, ya de noche, cuando regresan a sus casas en el auto, él decide detenerse sobre la ruta, en medio del camino, para decirle cuánto la ama. Y antes de que ella pueda responder nada, una camioneta embiste el auto desde atrás. Entonces, comienza la película.
El joven, llamado Bennett e interpretado por Aaron Johnson, muere en el accidente. La chica, llamada Rose y personificada por Carey Mulligan, sobrevive. No sólo eso. Queda embarazada. Y como su propia madre está en rehabilitación por abuso de drogas y con problemas con la Justicia, resuelve presentarse en la casa de sus “suegros” para comentarles la novedad.
Allí se encuentra con un universo de dolor. La madre del joven muerto (Susan Sarandon) ha quedado absolutamente devastada y obsesionada con el accidente. El padre (Pierce Brosnan) emprende el camino de la negación y trata de salir adelante tratando de tapar la ausencia del hijo fallecido. Y, finalmente, el hermano menor (Johnny Simmons), descubre cuánto lo afecta la pérdida de ese joven que siempre fue el preferido de la familia.
A partir de allí comienza a jugarse una trama más o menos clásica en estos dramas. La madre rechaza a la novia del joven muerto, el padre la adopta casi como a una hija propia y el hermano menor trata de escapar del asunto sumergiéndose en su propio mundo. Aunque, pese a todo, siempre queda claro que se trata de una buena familia, con seres bien intencionados que atraviesan el momento más doloroso de sus existencias.
El filme en sí es bastante convencional, aunque eso no es en este caso enteramente negativo. No hay muchas sorpresas, porque se ha tratado de seguir paso a paso el derrotero del duelo de una familia común (de clase alta, hay que decirlo) luego de la muerte de un chico. Hay, desde ya, golpes bajos, pero que puede ser más bajo que la muerte de un hijo y, al mismo tiempo, un embarazo.
Hay que prestar especial atención a los trabajos de Carey Mulligan y de Susan Sarandon, dos actrices de generaciones diferentes que siempre es un gusto ver en la pantalla.
Sin ser un filme memorable sobre las pérdidas familiares (como quizás sí lo es “La habitación del hijo”, de Nani Moretti), “Prueba de amor” no está del todo mal. Aquellos que gusten de ir al cine a vivenciar experiencias dolorosas bien interpretadas, pueden darse por satisfechos.