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Por Sebastián Martínez
"127 horas": Atrapado sin salida (en la montaña)
23 de febrero de 2011
Por un lado, tenemos a Danny Boyle, un director que se ha ganado un nombre dentro de la industria gracias a películas como “La playa”, “28 días después”, “Trainspotting” y “Slumdog Millionaire”, que cosechó ocho Oscar, el de Mejor Película y el de Mejor Director incluidos.

Del otro lado, está James Franco, un joven que comenzó como galancito en comedias románticas, luego se hizo famoso como el hijo del Duende Verde en la saga de “El hombre araña” y últimamente intenta hacerse un lugar con papeles de mayor envergadura.

Y, por último, está esa enorme maquinaria promocional que son los premios de la Academia, que han elegido a “127 horas” como una de las protagonistas de la próxima entrega, otorgándole la posibilidad de competir por seis estatuillas. Entre ellas, las de Mejor Película de 2010 y la de Mejor Actor Protagónico para Franco.

Hasta allí, el contexto en el que “127 horas” llega a la Argentina. Para su estreno en los Estados Unidos, se añadía un dato no menor: la historia real en que fue basada. En la Argentina, el nombre de Aron Ralston no nos dice nada. Pero en EEUU tuvo su momento de estrellato mediático, cuando relató el modo en que sobrevivió a un accidente de montañismo, en medio de los cañones del estado de Utah.

A Boyle le fascinó la historia de Ralston y resolvió llevarla a la pantalla grande. ¿Qué cuenta esa historia? Una mañana de 2003, el joven Ralston decidió, como había hecho antes tantas veces, pasar el día en la árida zona rocosa de Utah, practicando el montañismo. Así que armó una mochila, puso la bicicleta en su camioneta y se lanzó a la ruta.

Pasó la noche dentro del auto, al pie de las montañas, y tras despertar bien temprano, montó su bicicleta y se lanzó a la aventura. Esa misma tarde, mientras recorría uno de los tantos cañones de la zona, sufrió un accidente. Y fue entonces que comprendió que nadie en el mundo sabía dónde estaba. Allí comienza el nudo de este filme, basado en una historia real con ribetes tan verídicos como inverosímiles.

“127 horas” acompaña el solitario calvario de Ralston en medio de las montañas. El desafío para Boyle y Franco era, previsiblemente, que una película en la que prácticamente no existen los personajes secundarios no cayera en el tedio. Un desafío similar enfrentaron hace poco los realizadores de “Enterrado”. Y lo superaron con mejor fortuna.

En el caso del filme de Boyle, no puede decirse que sea aburrido, pero sí que las herramientas a las que echa mano su realizador son por momentos cuestionables. Los sueños, los flash backs, las alucinaciones… Son herramientas que no siempre quedan bien. Y la pretensión de Boyle por ser en todo momento un director “a la moda” y estéticamente mañoso, le juegan en contra a un relato que, en el fondo, ya posee suficiente intensidad y dramatismo.

De todos modos, tampoco puede decirse que “127 horas” sea una película sin méritos. Por momentos, el trabajo de Franco es poderoso. Y el efecto narrativo del hombre estancado y encerrado dentro de la montaña, muchas veces logra ser transmitido al espectador. En definitiva, Boyle ha elegido un camino para hacer cine que le ha deparado (y le seguirá deparando) éxito comercial y reconocimiento de Hollywood. Pero pareciera que su crecimiento como artista se ha detenido hace una década.