Por Sebastián Martínez
"Wall Street 2": la codicia después de la codicia
22 de septiembre de 2010
En 1987, cuando Oliver Stone estrenó “Wall Street”, el mundo de las grandes finanzas tenía para el espectador promedio connotaciones distintas a las actuales. En aquel momento, si bien los mercados bursátiles eran ya desde hace siglos una parte vital del capitalismo, la bolsa de Nueva York era culturalmente vinculada con otra cosa: el surgimiento de los yuppies, esa extraña clase social, adinerada, ambiciosa y superficial que amenazaba con apoderarse del mundo.
El filme se transformó en un clásico, especialmente por la construcción de uno de sus personajes centrales, el despiadado Gordon Gekko, quien por entonces proclamaba (para horror de las almas bellas) que la codicia era buena. Y no importaba tanto que el argumento de la película terminara hundiendo a Gekko en la ruina. Su figura perduró en el tiempo como símbolo del poder cínico. Al punto que Michael Douglas, quien lo interpretaba, se llevó el Oscar al mejor rol protagónico masculino en la ceremonia de 1988.
Un cuarto de siglo después, la Bolsa de Comercio de Nueva York representa algunas cosas más. Su vecindad con las Torres Gemelas y su responsabilidad en la gran crisis financiera global que aún afecta a todo el mundo han transformado a Wall Street en un sitio ya casi sin aura misteriosa y que se ha revelado en una fuente de calamidades económicas.
Durante el desarrollo de “Wall Street 2: el dinero nunca duerme”, el personaje de Gordon Gekko brinda un dato que es conocido para quienes leen las páginas económicas de los diarios, pero quizás no para el resto de los mortales: durante el último año, el 40 por ciento de las ganancias percibidas en los Estados Unidos provinieron de la especulación. No del mundo real de la producción, ni del consumo de los americanos, sino de la compra y venta de acciones y sus derivados. Y Gekko remata el concepto con una actualización de su lema: “Alguien me ha recordado que yo dije alguna vez que la codicia es buena. Pero ahora parece que además es legal”.
El filme comienza en 2001, cuando Gekko sale de la prisión, a donde fue a parar durante un par de décadas por sus maniobras ilegales en la Bolsa. Como recurso para sobrevivir, escribe un libro sobre los secretos de Wall Street y comienza a dar conferencias. En una de ellas conoce a Jake Moore (Shia La Beouf), un joven broker de las finanzas, ambicioso, un poco idealista y especializado en energías no contaminantes. Ah, y encima es el novio Winnie Gekko, la hija de Gordon (interpretada por Carey Mulligan).
Las líneas argumentales de la película son varias. Por un lado, están los problemas del joven Jake en su empleo: trabaja para una enorme financiera con más de 15 mil empleados que está a punto de quebrar (que es el espacio usado por Stone para sentar posición sobre la crisis actual). Por otro lado, está el conflicto entre Gekko y su hija, quienes no se hablan desde hace años. Pero la línea central del argumento, tal como ocurría en la primera parte, está centrada en la relación entre el maestro (Gordon Gekko) y el aprendiz (Jake Moore).
Hay espectadores que aman a Oliver Stone y lo consideran uno de los más grandes directores de la actualidad. Otros, más distantes, sólo le reconocen un trabajo encomiable en “JFK” y “Asesinos por naturaleza”, pero creen que “Pelotón”, la primera “Wall Street”, “Nixon”, “W.” y “World Street Center” son películas que apenas se destacan de la medianía generalizada.
Este nuevo trabajo no cambiará la opinión de nadie. “Wall Street 2” es técnicamente correcta y políticamente ultra correcta, aunque su resolución argumental (que obviamente no se puede adelantar) es abrupta y un poco arbitraria. Tiene buenos momentos y Douglas sabe cómo domar a su Gordon Gekko. Pero, por lo demás, la mayor parte del tiempo actúa como si el mundo de las finanzas no tuviese relación con el mundo real, no termina de profundizar sobre las consecuencias de la crisis bursátil y hasta se da el lujo de ser condescendiente con sus villanos. Por supuesto que está un escalón por encima de la mayor parte de los estrenos de Hollywood. Pero es un escalón que apenas sobresale del piso.