Por Sebastián Martínez
"Iron Man 2": cuando falta el factor sorpresa
28 de abril de 2010
Hace dos años se estrenó "Iron Man" y resultó, por un par de motivos, una grata sorpresa. Por un lado, porque no caía en la ñoñería típica de la mayor parte de las películas de superhéroes de los últimos años. Y, por otra parte, quizás fundamentalmente, porque volvía a poner en el centro de la escena de un "tanque" a ese enorme actor llamado Robert Downey Jr.
Downey Jr. lograba encarnar entonces a un Iron Man/Tony Stark de una incorrección política fuera de lo común: un multimillonario egocéntrico, machista, vicioso, reaccionario e irreverente, entre otras cosas. No suelen ser ésos los calificativos que se le pueden aplicar a los superhéroes surgidos de Hollywood, y sin embargo Marvel, los guionistas y el director Jon Favreau se animaron a crear un personaje controvertido que, por suerte, no se redimía cambiando su idiosincracia en un final edulcorado.
Ahora llega a nuestras pantallas "Iron Man 2", y hay que decir que productores, guionistas y director no han hecho las cosas del todo mal. Pero la canción ya no es la misma. Ya no salimos tan fascinados con este hombre de hierro.
Y es que ya no hay sorpresa, ya conocemos al nuevo Tony Stark, ya conocemos sus manías, ya conocemos sus excesos y hasta nos hemos acostumbrado a ver a Downey Jr. nuevamente en la pantalla grande (un día como "Sherlock Holmes", al día siguiente como un periodista que ayuda a un homeless en "El solista"). Si hasta algunos derrapes de Tony Stark que nos parecían simpáticos en la primera parte, ahora comienzan a sonarnos un poco chocantes.
Pero contemos brevemente la trama, que no es demasiado interesante, pero tiene varias aristas. El filme comienza con Stark anunciándole al mundo que sí, que efectivamente, él es Iron Man. Y ése es sólo el inicio de sus problemas.
Luego le pasa todo esto: 1) Un científico ruso logra replicar la fuente de energía de Iron Man y quiere utilizarla para cumplir una venganza familiar. 2) El Gobierno quiere obligarlo a revelar sus investigaciones. 3) Un competidor de Stark en la industria armamentista quiere hundirlo para siempre. 4) El núcleo químico que le provee poder a Iron Man está envenenado su sangre y no parece haber mucho tiempo para revertir la situación. 5) Su empresa es un caos administrativo absoluto y su querida asistente Pepper ya no lo consiente.
Una apuesta, como se ve, fue complicar el argumento con respecto a la primera parte (aunque no siempre más es mejor). La otra apuesta de los productores apuntó a darle más visibilidad al elenco. Por eso, junto a Robert Downey Jr. y Gwyneth Paltrow, esta vuelta aparecen la siempre notable Scarlett Johansson, el resucitado Mickey Rourke con un interesante villano, el talentoso Sam Rockwell con un villano muy distinto, Don Cheadle y un papel que no termina de calzarle, y Samuel L. Jackson, que esta vez tiene más minutos en pantalla y se encarga de dejar el terreno expedito para el lanzamiento de "Los vengadores", que reunirá en un solo filme a todos los héroes de Marvel.
Hay que aclararlo rápido: "Iron Man 2" no es una mala película. Al menos, si se la compara con otros adefesios carísimos llegados de Hollywood en los últimos meses. Al lado de cualquiera de ésas, este filme aprueba tranquilamente cualquier examen y, hay que decirlo, Favreau (quien vuelve a reservarse el papel de "guardaespaldas" de Tony Stark en la película) sabe filmar escenas de acción digitales mucho mejor que Louis Leterrier ("Furia de titanes") o que Michael Bay ("Transformers"). En "Iron Man 2" los efectos digitales "cuentan" una historia, no son meros fuegos de artificio al servicio de un presupuesto exorbitante.
De este modo, la película queda un escalón por encima de otras varias superproducciones hollywoodenses de los últimos años, pero un escalón por debajo de su propia antecesora. Se puede ver, claro. Está Downey Jr., está Paltrow, están Johansson, Rockwell y Rourke. Y hay una banda de sonido que reúne a AC/DC, Queen, The Clash y Medeski, Martin and Woods. Todo eso nos da motivos para pagar la entrada. Pero a no hacerse ilusiones: volveremos a ver trucos que nos fascinaron hace dos años, pero que ya no nos sorprenderán.