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3 de diciembre de 2024
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Por Sebastián Martínez
"Bienvenido al país de la locura": color local francés
15 de octubre de 2009
Es cierto que los mercados son distintos y que hasta la cultura cinéfila es diferente. Pero vale hacer una comparación. En la Argentina, "El secreto de sus ojos", de Juan José Campanella, se encamina a consagrarse como la gran película taquillera del año porque está orillando los dos millones de espectadores. Entonces, ¿qué tendríamos que decir de una película como "Bienvenido al país de la locura", que sólo en Francia reunió la visita de 20 millones de personas en las salas?

Lo cierto es que este número impactante de tickets emitidos en las boleterías francesas nos predispone de un modo particular al sentarnos en la butaca a ver esta comedia dirigida, escrita y coprotagonizada por Danny Boon.

"Bienvenidos al país de la locura" gira en torno a Philippe, el personaje encarnado por el gran Kad Merad, un empleado de carrera del correo oficial francés que ha estado los últimos once años soñando junto a su esposa con un traslado hacia algún pueblo con mar y clima mediterráneo.

Primero, Philippe se postula para un destino acogedor y no resulta elegido. Luego, lo intenta por segunda vez y, cuando parece estar a punto de lograrlo, comete un error y todo el proyecto naufraga. Casi como un castigo, el correo decide enviarlo por dos años a la otra punta de Francia, al norteño pueblo de Bergues, cerca de Bélgica.

Para los franceses del sur, las tierras del norte son un paraje bárbaro y frío que les provoca una mezcla de miedo y compasión. Lo imaginan eternamente sumergido en heladas, con costumbres medievales y un dialecto apenas comprensible. Con estos prejuicios en mente, la esposa de Philippe resuelve que es mejor que él se marche solo hacia esa región inhóspita y que, cada dos semanas, regrese a casa a visitarla.

Por supuesto que, una vez que llega al norte, Philippe se encontrará con una realidad que irá desmintiendo cada uno de los preconceptos que forjó en su imaginación (y especialmente en la de su esposa), y la historia comenzará a tomar otros rumbos, de los que no conviene adelantar mucho.

"Bienvenidos al país de la locura" tiene varios méritos, es un filme agradable, por momentos gracioso, por momentos tierno y al que vale la pena dedicarle la simpática hora y media larga que propone. Aunque hay dos notas que vale la pena apuntar.

La primera es que, más allá de todas sus virtudes, no deja de sorprender que "Bienvenidos al país de la locura" se haya transformado en la película más taquillera de la historia de Francia (nada menos que Francia, cuyo arsenal cinematográfico es grandioso y que ha dado de la década del 50 en adelante no sólo una decena de monstruos del cine contemporáneo, sino movimientos y escuelas enteras de creadores que han modificado el modo de ver cine en el mundo).

La segunda cuestión tiene que ver con el "color local". Es obvio que hay muchas, pero muchas, referencias de la película que a cualquiera que no sea francés (o que esté exhaustivamente empapado de la idiosincracia francesa) se le escapan en esta película. Al ver esta obra de Danny Boon uno siente que la habría disfrutado mucho más si hubiese nacido o al menos vivido en Francia. Lo mismo le pasaría, es dable suponer, a un francés frente a la proyección de "Esperando la carroza".