"Bastardos sin gloria": Tarantino vs. Hitler - Asteriscos.Tv
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3 de diciembre de 2024
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Por Sebastián Martínez
"Bastardos sin gloria": Tarantino vs. Hitler
1 de septiembre de 2009
Las películas de Quentin Tarantino (o para ser más precisos, las "buenas" películas de Tarantino) son tan ricas, dejan tanto detrás de sí, promueven tal cantidad de reflexiones, que es difícil saber por dónde empezar a hablar de ellas. Y "Bastardos sin gloria" no es la excepción a esta norma.

Así que mejor empezar humildemente. Contando nomás de qué trata este nuevo desembarco del viejo Quentin en la pantalla grande. A decir verdad, no se trata de una historia, sino de dos, que recién confluyen de modo espectacular y algo tangencial hacia el final.

Por un lado, están los "bastardos sin gloria", un grupo de soldados estadounidenses judíos, que desembarca en la Francia ocupada por los nazis para actuar como un cuerpo de élite. Una suerte de pandilla militar maldita, tan brutal como sus enemigos, que apalea a los vencidos en el piso y siembra el terror en las filas enemigas.

Su líder es Aldo "El Apache" Raine, interpretado por un Brad Pitt que ya nos tiene acostumbrados a dar siempre la talla de sus personajes. En este caso, previsiblemente bajo las órdenes de Tarantino, debe recurrir más a sus dotes de comediante que de actor dramático. Su salvajismo, su primitivismo, su crueldad con los nazis, no tiene límites. Y, así y todo, se las ingenia para arrancarnos sonrisas y hasta carcajadas en más de una oportunidad.

La otra historia tiene en su centro a Shosanna, una joven judía personificada por la francesa Mélanie Laurent, que presencia cómo su familia es masacrada en una granja de la campiña, escapa y rearma su vida en París, regenteando un cine bajo una identidad falsa.

En medio de las dos historias se encuentra el personaje más fascinante y más odioso de la película: el coronel Hans Landa, a cargo de ese enorme actor austríaco que es Chistoph Waltz. ¿Quién es Landa? Un militar nazi cínico, de modales refinados y gusto por la conversación, al que se lo conoce como el sanguinario "cazador de judíos".

Digamos que ése es el planteo inicial y que cualquier avance sobre la trama desmerecería las sorpresas que la película va sembrando a lo largo de todo su argumento. Sólo mencionemos que en el filme aparecen Hitler, toda la plana mayor del Tercer Reich, Winston Churchill y hasta hay tiempo para un pequeño papel de Mike Myers.

Ya se sabe que la obsesión de Tarantino es el cine, desde que de adolescente trabajó en un videoclub y consumió una cantidad abismal de películas, que le sirvieron para formarse como realizador. Luego, una vez que tomó la primera cámara en sus manos, se dedica a homenajear a todas esas películas que marcaron su vida.

Lo hizo con los policiales negros en "Perros de la calle", lo hizo con las películas del "pulp" en "Tiempos violentos", lo hizo con los filmes de la "Blaxplotation" en "Jackie Brown", con las obras de artes marciales en "Kill Bill" y con las "road movies" en "A prueba de muerte". Algunas le salieron mejor, otras peor.

Pero el asunto es que ahora le ha tocado hacer su homenaje a las películas bélicas. Y el resultado es "Bastardos sin gloria", un filme imprevisible, entretenido, audaz, algo infantil por momentos, aunque también inquietante. Pero, sobre todo, un filme tan pero tan personal, que sólo podría haber sido realizado por Tarantino. Y, para alegría de sus seguidores, por un Tarantino que ha decidido no repetirse. Seguir siendo él, con sus mañas y sus excesos, pero renovando su imaginería al servicio de la historia. Ha vuelto el mejor Tarantino: démosle la bienvenida.