Por Sebastián Martínez
"Nueva en la ciudad": una receta conocida
27 de mayo de 2009
Renée Zellweger supo tener carisma. Dio sobradas pruebas de ello en las dos partes de "El diario de Bridget Jones", pero incluso antes, en "Irene, yo y mi otro yo", y después, en "Chicago". Pero llega la hora, en la carrera de toda actriz, en que al carisma hay que ayudarlo si se quiere permanecer en la máxima categoría del estrellato holywoodense.
En ese punto, es clave la elección de las películas en las que cada figura elige participar. Y no siempre es fácil elegir los filmes correctos, saber descartar aquellas propuestas que pondrían en riesgo la carrera. Lo que nos lleva directamente hacia "Nueva en la ciudad", la película que marca el regreso de Renée Zellweger a las grandes ligas de la comedia romántica.
Lo cierto es que "Nueva en la ciudad" no ha sido la mejor opción en la agenda de Zellweger. Ni ella se puede lucir, ni la trama es particularmente original, ni la química romántica con Harry Conick Jr. funciona de maravillas. Es más: podría decirse que Zellweger luce en esta película un poco artificial y un poco afectada, muy lejos de su espontáneo y simpático personaje de Bridget Jones.
En este caso, Zellweger interpreta a una exitosa ejecutiva de una corporación dedicada al negocio de los alimentos, que debe abandonar la superficial y lujosa Miami para intervenir una pequeña fábrica perdida en un helado y reducido pueblito de Minnesota. Los más experimentados conocedores de los mecanismos de Hollywood podrán adivinar el resto: habrá hostilidad inicial, rechazo ante la vida pueblerina, paulatina adaptación, encariñamiento y, por sobre todo, un hombre. El hombre que hace que esta comedia sea romántica.
Por momentos, pareciera que hay en el argumento del filme un intento por cuestionar ciertas costumbres corporativas de los Estados Unidos, pero no dejan de ser amagues tibios. Para colmo, en forma más o menos confusa, los valores rescatados por los guionistas combinan elementos valorables como la solidaridad entre pares, con cuestiones más discutibles como la ausencia de humor o la religiosidad extrema.
Pese a todas sus buenas intenciones, "Nueva en la ciudad" no deja de ser un compendio de lugares comunes y convencionalismos que ya hemos visto en la pantalla, por lo menos, una decena de veces. Ningún giro inesperado, ninguna "vuelta de tuerca", nada que haga que esta películs sea especial o, al menos, distinta.
A fin de cuentas, termina resultando poco más que la puesta en acto de una receta remanida, que de a ratos es agradable y, la mayor parte del tiempo, previsible.