Por Sebastián Martínez
"Madagascar 2": África mía (incluye pingüinos)
3 de diciembre de 2008
Cuando hace tres años "Madagascar" llegó a las pantallas, los aficionados a las películas animadas (niños y no tanto) debieron reconocer que el cuarteto de personajes escapados del zoológico de Nueva York tenían algo, un "no sé qué", un toque de encanto que les bastaba para plantarse con cierta dignidad en el descarnado y competitivo mundo de los filmes de dibujos animados. No eran geniales, es cierto. Pero algo en la historia, en la carnadura de los personajes o en el tono de los diálogos logró que la película se ganara un lugarcito en el corazón de los espectadores.
El resultado de este misterioso acierto es, como no podía ser de otro modo, una secuela. Es por eso que ahora todos nos aprestamos a meternos en los cines acompañados de infantes o subrepticiamente solos, para espiar nuevamente el mundo creado en torno a Alex (el león), Marty (la cebra), Gloria (el hipopótamo) y Melman (la jirafa). Y la conclusión después de mirar una nueva hora y media de animales parlantes en medio de la selva es que nuestra primera impresión había sido correcta. El universo de "Madagascar 2", como ocurría con su predecesora, tiene algún condimento que logra, en un punto, despertar nuestra empatía.
No es, claro, una obra maestra. No hay que esperar una sorpresa profunda como nos ocurrió este año con "Wall-E" (posiblemente la mejor película comercial de 2008 junto con "El caballero de la noche"). No. "Madagascar" se mantiene en una categoría más humilde, más previsible, más convencional. Pero así y todo, el balance final le sonríe desde el haber. Por su historia sencilla y poco pretenciosa, por la solidez de sus personajes, por sus aislados pero eficaces arranques de incorrección política.
Pero vamos al grano. "Madagascar 2" (que en el título original tiene un añadido que dice "Escape a África") comienza con un flash-back cuyo sentido comprenderemos un rato más tarde, pero la historia en cuestión arranca cuando Alex, Melman, Marty y Gloria resuelven abandonar el continente negro para regresar por fin a su añorada Nueva York. Para ello cuentan con un avión medio destartalado en el que logran colarse Julian, el rey de los lemures, y su asistente, Maurice. ¿Quién pilotea ese avión? Un grupejo que ha sabido ganarse un lugar entre los personajes más venerados del mundo animado: Skipper, Kowalski, Rico y Private. Es decir, los pingüinos. Esas aves militarizadas que se encargan de aportar la dosis de acidez que toda película de Dreamworks requiere para mantener el estilo.
La nave tiene un despegue más o menos decoroso, pero no puede decirse lo mismo del aterrizaje. El avión termina cayendo en medio de la estepa africana, cerca de una reserva natural, donde el cuarteto neoyorquino deberá, una vez más, reiniciar su proceso de adaptación. En un comienzo, todo parece ideal: la coqueta Gloria encuentra hipopótamos para seducir, el hipocondríaco Melman es ascendido a médico de la comunidad, el alegre Marty se reconoce en sus pares cebras para corretear por el prado, y Alex enfrenta gustoso a sus orígenes.
Claro que, mientras los pingüinos intentan reparar el avión, todo irá poniéndose cuesta arriba para los animales citadinos y cada uno deberá enfrentar sus fantasmas. Y, para empeorar las cosas, un contingente de turistas, que pierde su jeep en circunstancias que es mejor no adelantar, merodea la estepa en busca de comida y complica aún más la situación de nuestros héroes.
Aquellos que se animen con la versión en idioma original tendrán varios puntos a favor. Por un lado, Ben Stiller (Alex), Chris Rock (Marty), David Schwimmer (Melman) y Jada Pinkett Smith (Gloria) repiten su participación, al igual que Sacha Baron Cohen (Julian) y Cedric the Enterteiner (Maurice). Pero a ellos se suman Alec Baldwin (en la voz del malvado león Makunga), Will i am (como el hipopótamo Moto Moto) y Bernie Mac (en las cuerdas vocales del león Zuba y en uno de los últimos trabajos que realizó antes de morir).
Tras los 90 minutos de película nos volvemos a rendir, entonces, ante esas poquitas cosas que ofrece la imaginería de Dreamworks, pero que la mayor parte de las veces alcanzan para redondear un producto entretenido y disfrutable. Pasaba con "Vecinos invasores", pasaba con "Kung Fu Panda", pasaba con "Bee Movie", y ahora pasa con esta secuela. Con poco, "Madagascar 2" cumple.