Por Sebastián Martínez
"Quémese después de leerse": Coen de pura cepa
23 de octubre de 2008
Todo el mundo aún recuerda la tremenda repercusión que tuvo “Sin lugar para los débiles”, que significó no sólo cuatro codiciados premios Oscar de la Academia, sino también la consagración internacional de Javier Bardem y la presentación mundial de Josh Brolin, entre otras muchas cosas. Y no es que no se lo mereciera: “Sin lugar para los débiles” es una gran película y bien ganadas tiene sus cucardas.
Sin embargo, quienes hayan ingresado a la obra de Joel y Ethan Coen a través de ese filme oscuro y espeso, posiblemente se hayan formado una idea equivocada acerca del habitual temperamento de los hermanos terribles de Hollywood. De hecho, “Sin lugar para los débiles” debe verse más como una excepción que como una muestra del estilo de los hermanos Coen.
Y es que el fuerte de esta enorme dupla de creadores no corre por los rieles de la densidad. Lo que usualmente saben hacer bien (más que bien) los hermanos Coen son comedias. Agridulces, perturbadoras, excesivas, sádicas, pero comedias al fin. A ese terreno en el que se manejan con tanta solvencia, es al que han regresado ahora, de la mano de “Quémese después de leerse”.
Aunque, si se quiere dar otra interpretación, puede decirse también que los hermanos Coen han venido haciendo desde siempre la misma película. Una película donde alguien, una persona promedio, un ciudadano corriente de los Estados Unidos, se ve implicado voluntaria o involuntariamente en una situación que excede en demasía sus capacidades. Una película en la que el protagonista se ve envuelto en una trama que, a todas luces, no está capacitado para manejar.
Le sucedía a Nicolas Cage en “Educando a Arizona”, a John Turturro en “Barton Fink”, a Tim Robbins en “El gran salto”, a William H. Macy en “Fargo”, a Jeff Bridges en “El gran Lebowski” y se podría seguir un rato enumerando ejemplos de personajes extraviados más allá de sus posibilidades, lanzados dentro de las películas de los hermanos Coen con dejo de crueldad. Si hasta el propio Josh Brolin no sabe a qué sanguinaria maquinaria se enfrenta cuando decide revisar unas camionetas abandonadas en “Sin lugar para los débiles”.
Pero regresemos a “Quémese después de leerse”. Los que quedan aquí descolocados frente a una situación que los supera son Frances McDormand y Brad Pitt. Son ellos quienes, por casualidad, terminan teniendo en su poder las memorias de un ex agente de la CIA, encarnado por John Malkovich. Los personajes de Pitt y McDormand, que trabajan en un gimnasio de Washington, se convencen de que tienen en su poder secretos que supuestamente comprometen la seguridad nacional, y urden un plan, más bien simplón, para extorsionar a Malkovich a cambio de no revelar el contenido de los archivos.
A la compleja trama, más parecida a una comedia de enredos que a una película de espionaje, se sumará también George Clooney, quien interpreta a un infiel compulsivo que mantiene citas paralelas con el personaje de McDormand y con una pediatra a cargo de Tilda Swinton, que viene a ser, casualmente, la esposa de Malkovich.
Con eso basta para darse una idea del entramado barroco y delirante que proponen los Coen en su último filme. Quizás sólo falte agregar que la cuestión de los archivos perdidos del ex agente de la CIA llegará hasta las altas esferas de los servicios de inteligencia y que la embajada rusa recibirá más de una visita durante la hora y media de metraje.
Pero lo que hay que dejar en claro es que esta lúcida película sobre gente muy estúpida (tal como ha sido calificada en los Estados Unidos) es posiblemente la más graciosa de todas las obras realizadas hasta el momento por los Coen. Ya se sabe de la versatilidad de Clooney, de la eficiencia de McDormand, de la prestancia de Swinton y de la categoría de Malkovich. Lo que este filme revela es, además, el enorme talento de Brad Pitt para la comedia. Quien no esboce al menos una sonrisa frente a su personaje, definitivamente sufre algún tipo de hemiplejia.
Porque los Coen, por si alguien no lo sabía aún, son expertos en hacer reír. Y con “Quémese después de leerse” lo logran como pocas veces antes. Enhorabuena.