Por Sebastián Martínez
"Hellboy 2": este infierno está encantador
8 de octubre de 2008
No descubrimos nada si decimos que el carisma puede salvar una película. Y lo que le sobra a Hellboy, ese personaje atípico, asocial, entrañable y salvaje, es precisamente carisma. Por eso, su segunda incursión en la pantalla grande termina dejando un buen regusto en la boca.
Hay que entender que, si bien estamos hablando de una película de alto presupuesto, desde su nacimiento, el “proyecto Hellboy” es nace en torno a figuras descastadas que encontraron su lugar de la mano de este comic.
Su director, el mexicano Guillermo Del Toro, es hoy ya un hombre reconocido, pero tuvo que pelearla con productos buenos y malos para llegar al sitio que ocupa hoy. Y, hay que decirlo, “Hellboy” es su mejor creación. Incluso superior a la festejada “El laberinto del fauno”.
Lo mismo puede decirse de sus protgonistas. Ron Perlman es un gran actor que hizo prácticamente de todo (más de 150 filmes y series de televisión, desde “El nombre de la rosa” hasta la recomendable “La última cena”), pero que no fue hasta “Hellboy” que comenzó a hacerse realmente conocido en el mundo entero. Y un caso similar puede ser el de la interesante Selma Blair, que recién aquí encontró el protagónico que se le venía negando.
Por eso el valor de la saga de “Hellboy” es doble. Porque en sí es un producto eficaz y respetuoso, y porque pone en pantalla el talento de personas que venían siendo dejadas de lado por los monstruos de Hollywood.
Pero vamos a lo concreto. Quienes han visto la primera parte de “Hellboy” recordarán cómo funciona la trama. El hijo de Satanás fue traído a la Tierra por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial y luego adoptado cuando aún era un niño por un científico estadounidense, que (bajo el ala del Gobierno) creó una división especial y secreta del FBI, encargada de los asuntos paranormales.
En esa primera parte, el pobre “Hellboy” debía enfrentar el hecho de que, además de ser un joven revoltoso, enamorado, generoso e inmaduro, también era la llave para el dominio del mal en el mundo. En esta segunda parte, la cría del Diablo debe encabezar la lucha contra una rebelión de los seres míticos, que han decidido declararle la guerra a la especie humana.
El asunto es así. Muchos siglos atrás, los seres míticos y los hombres convivían sobre la Tierra. Pero ya se sabe cómo son los humanos en cuanto a la avaricia y esas cosas. Por lo tanto, llegó el día del enfrentamiento. Y los seres míticos crearon para librar esa guerra un impiadoso batallón llamado “el ejército dorado”. Al ver la devastación que causaba ese ejército, se llegó rápidamente a una tregua y la cruel milicia quedó desactivada bajo tierra.
De todo eso nos enteramos antes de los títulos. Luego, como es de esperarse, nos enteraremos que esa tregua está a punto de ser violentada y que el ejército dorado está listo para reconquistar el planeta. Huelga decir quiénes son los que deberán evitarlo: Hellboy, su novia inflamable Liz (con quien las cosas empiezan a ponerse serias) y el inefable y psíquico Abe Sapiens.
A partir de entonces, aventura. Y de las que entretienen. Sin grandes pretensiones, pero con una elaboración cuidada y respetuosa del espectador. Con buen ritmo y personajes que se hacen querer. ¿Qué más se le puede pedir? Quizás hubiese sido bueno que el filme indagara algunas cuestiones éticas que están apenas esbozadas y que le hubiesen dado algo más de densidad. Pero lo cierto es que con lo que tiene, alcanza. En tiempos de superhéroes que mezclan vacuidad e ínfulas de profundidad, no es poco lo que “Hellboy” nos ofrece.