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21 de noviembre de 2024
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Por Sebastián Martínez
"La momia 3": los muertos reviven por dinero
30 de julio de 2008
Indiana Jones tiene una numerosa descendencia. Posee herederos que han saqueado sin ningún empacho las arcas del arqueólogo aventurero como “En busca de la esmeralda perdida” y otras que han intentado dar, con éxito relativo, algún paso más allá como “La leyenda del tesoro perdido”.

Entre tantos depositarios de la enseñanzas que dejaron Spielberg, Lucas y Harrison Ford, se encuentra una saga que, hasta el presente, resultaba siempre simpática, aunque nunca deslumbrante: “La momia”. Quienes las vieron en su momento, debían reconocer que las primeras dos entregas de la serie sobre las peripecias sobrenaturales del explorador Rick “Ricochet” O’Connell y la egiptóloga Evelyn Carnahan, tenía sus puntos altos.

Para empezar, Brendan Fraser era el tipo indicado para el papel. Fraser nunca ha terminado de encontrar su ubicación definitiva entre las estrellas de Hollywood. No obstante, “Ricochet” O’Connell le sentaba bien y quizás termine siendo su personaje más recordado.

Al lado, Fraser tuvo en los primeros dos capítulos a Rachel Weisz, cuya versatilidad y carisma impide que se le critique en absoluto. Nada de lo que haga esta chica puede estar definitivamente mal. Siempre se las ingenia para quedar bien parada en la pantalla.

Por último, las dos anteriores entregas de “La momia” tenían algunos méritos por fuera del “star system”. Por un lado, su guión no era pretencioso. Se asumía como una película de entretenimiento, que debía acumular una detrás de otra las secuencias de acción y aventura, salpimentada con algún toque de humor, que en general corría por cuenta del escocés John Hannah en el papel del codicioso hermano de Weisz. Por otra parte, cuando en 1999 se estrenó la primera parte de la historia, sus efectos especiales eran, por decirlo de algún modo, de avanzada.

Pero todo esto nos lleva a “La momia 3”, cuyo título formal es “La momia: la tumba del emperador dragón”. Lo primero que lamentaremos ni bien se apaguen las luces es que Rachel Weisz ya no sea de la partida. Su reemplazante es Maria Bello, a quien muchos cinéfilos tienen en gran consideración por su participación en “Una historia violenta” y “Gracias por fumar”, pero que aquí no alcanza a cubrir el vacío de la Evelyn original.

En el caso de “La momia 3”, la acción ya no transcurrirá en Egipto, donde Rick O’Connell venció dos veces a la misma momia, sino en China. (Y ya ha dejado de ser casual que las grandes producciones de Hollywood como ésta o “Kung Fu Panda” insistan tanto en ese país justo en el año de los Juegos Olímpicos de Beijing, símbolo de la apertura china al mercado de capitales global.)

El asunto es que O’Connell y su esposa Evelyn viven ahora aburguesados y rodeados de lujos en una mansión victoriana de Inglaterra. Su vida, presumiblemente, es tediosa. En cambio, el hijo de ambos, que en la anterior película era apenas un niño, ahora está en China siguiendo los pasos de su padre, en busca de la desaparecida tumba de un cruento emperador hechizado, que es interpretado por la megaestrella del cine oriental Jet-Li.

El resto del filme puede imaginarse. El guión lleva a O’Connell con su esposa a China, donde se encontrará con su hijo y también con su cuñado. En algún momento, el emperador muerto por siglos despertará a la vida y aquí vamos de nuevo, como dice el propio Fraser promediando la película.

Cuando este año Indiana Jones regresó a los cines con su cuarta intervención en la pantalla, los resultados no fueron óptimos, pero la dignidad quedaba a salvo. Por lo menos, uno podía darse cuenta de que el director y Harrison Ford se habían divertido a lo grande mientras la rodaban. También hay que decir que el segundo capítulo de “La leyenda del tesoro perdido” tenía su encanto.

En cambio, la sensación que deja “La momia 3”, tras 112 minutos de proyección, es que su fórmula, que nunca fue ni demasiado original ni demasiado elaborada, pero que era eficaz, ha comenzado a desgastarse. La tercera entrega de esta saga nos abandona en nuestras butacas con el presentimiento de que los números de la taquilla fueron el único argumento válido para revivir a los muertos.