Por Sebastián Martínez
"Juego macabro": Carrera de mente
8 de enero de 2008
“Juego macabro” es uno de esos filmes que lo tienen, a priori, todo a favor. Una de esas películas que parecerían merecer premios por el sólo hecho de exhibir sus pergaminos. El reparto, el director, los antecedentes, el guionista. Todo hace pensar que estamos a punto de enfrentarnos a una obra maestra. Y, sin embargo, cuando uno confronta la realidad, la hora y media que dura la cinta, vuelve a corroborar el lugar común: no todo lo que brilla es oro.
Pero empecemos por enterarnos de qué va la cuestión en este filme. El asunto es así. Un hombre joven, llamado Milo Tindle, toca a la puerta de una mansión. Lo atiende un hombre mayor, un multimillonario creador de novelas policiales llamado Andrew Wyke. ¿De qué tienen que hablar estos dos hombres? Bueno, el tema es que el joven Tindle es el amante de la esposa del veterano Wyke. Y quiere que el millonario le conceda a la mujer el divorcio. Pero el escritor tiene un par de ideas sobre cómo deben hacerse esas cosas. Y son ideas, por llamarlas de algún modo, un poco perversas.
Ahora que ya sabemos de qué trata, veamos las credenciales de “Juego macabro”.
Los antecedentes: Para empezar hay que decir todo comenzó con una exitosa obra de teatro del británico Anthony Shaffer, que supo reventar la taquilla tanto en Londres como en Broadway. Tanta repercusión llevaron al propio Shaffer a hacer una adaptación para el cine, que en 1972 protagonizaron Sir Lawrence Olivier y Michael Caine, bajo la prestigiosa dirección de Joseph L. Mankiewicz.
El director: Ahora, tres décadas y media más tarde, al también inglés Kenneth Branagh se le ha ocurrido resucitar el argumento y remozar la historia. Branagh es más conocido como actor que como director. Pero aún detrás de cámara se le conocen trabajos festejados por el público y por la crítica. “Enrique V” (que él mismo protagonizó), “Frankenstein” (con un monstruo encarnado por Robert De Niro) y “Hamlet” (que Branagh vuelve a estelarizar) son sus trabajos más recordados.
El elenco: Para darle nueva vida a “Juego macabro”, Branagh hizo una movida inteligente. Convocó a Michael Caine, que en la película de 1972 interpretaba al joven Tindle, para que cumpliera el rol del millonario Wyke, aquel que hace 35 años había quedado en manos de Sir Olivier. Y para encarnar al jovencito de la historia, llamó a Jude Law, quien ya ha tomado roles que años antes habían tenido la cara de Caine, como “Alfie”.
El guionista: Pero la apuesta no se quedó allí. Como si fuese poco, se llamó a un Premio Nobel de Literatura para que realizara la nueva adaptación. Nada menos que Harold Pinter se sentó en la máquina para escribir los textos que Caine y Law dirían bajo la dirección de Branagh.
Uno dice: Caine, Law, Branagh, Pinter, el fantasma de Olivier boyando por el estudio... En fin, este filme no puede fallar. No obstante, “Juego macabro” no es una gran película.
Sus textos tienden a ser sosos, la perversión que quiere ser el “gancho” del argumento sólo entretiene a quienes están del otro lado de la pantalla. Por supuesto que Caine y Law conocen su trabajo. Pero hasta ellos dos por momentos parecen pasarse de la raya, no respetar los tiempos de sus personajes. Posiblemente, porque una obra de teatro filmada pierde el timming del “vivo” y provoca que los actores se extravíen del clima de la historia.
Con algunos puntos pocos verosímiles, con algunas transiciones algo bruscas, con parlamentos algo afectados, “Juego macabro” apenas se mantiene a flote con el oficio de sus lustrosos artífices. Una pena, porque con esos recursos humanos se podrían hacer, presumiblemente, películas memorables.