Por Sebastián Martínez
"El asesinato de Jesse James": traidor y héroe
29 de noviembre de 2007
La historia de Jesse James ya inspiró más de treinta películas. Apenas este dato nos lleva a inferir que se trató de una persona compleja, rica en matices, polémica, difícil de asir en un solo intento. Pero, quizás, lo más interesante en la vida de este pistolero americano no sea tanto su personalidad, sino las claves que llevaron a transformarlo en leyenda, en mito, en representación de la historia de los Estados Unidos.
Vamos desde el comienzo. Jesse James, como tantos otros en su tierra y en su tiempo, sufrió las consecuencias de la Guerra Civil norteamericana. A él le tocó ser del bando de los perdedores, de los sureños. Y no se rindió con los ejércitos regulares. Una vez terminado el conflicto, tomó parte de las guerrillas que hostigaron a las fuerzas victoriosas de la Unión (el Norte), durante algunos años.
Sin embargo, cuando los intentos por hacer resurgir a los Confederados del Sur fracasaron, Jesse y su hermano Frank James crearon una banda de pistoleros. Y, rápidamente, se hicieron conocidos en todo el país. Robaron decenas de bancos, robaron ferrocarriles, asesinaron a unos cuantos y, por sobre todas las cosas, eludieron sistemáticamente la persecución de la ley.
Su historial le valió para transformarse en una leyenda viva. Comenzaron a circular historias, canciones y hasta libros populares en los que Jesse James era protagonista excluyente y donde se narraban sus hazañas delictivas. Se decía que tenía poderes psíquicos paranormales. Así, el joven James se transformó en una suerte de celebridad, en alguien conocido en todo el mapa de los Estados Unidos y en una presa codiciada por los representantes de la ley.
Como ya se sabe, todo eso se terminó. Luego de un importante atraco contra un tren, James y Frank disolvieron temporariamente su banda. Para ese entonces, todo el mundo buscaba la cabeza de Jesse. Los mejores detectives del hemisferio lo buscaban, pero no lograban dar con su hogar, en el que vivía con su esposa y sus dos hijos, bajo una identidad falsa. Pero James se sentía amenazado y no confiaba en nadie.
Lo bien que hacía. A alguien se le ocurrió la brillante idea de contactar a uno de los cómplices de James y prometerle una suculenta recompensa si lo conducía a las autoridades. Ese hombre se llamaba Robert Ford y era uno de los más jóvenes miembros de la banda delictiva de James. Ford lo contactó, lo convenció de participar de un asalto contra un banco y, en un descuido, mató al famoso pistolero en su propia casa y por la espalda.
Jesse James tenía 34 años. La leyenda se transformó en mito. Y el traidor quedó estigmatizado para siempre. Haber despachado a un criminal peligroso y con más de una quincena de cadáveres en su cuenta, no le sirvió de nada. Bob Ford siempre será el hombre que traicionó a James. Y éste, aunque cueste creerlo, siempre será el héroe al que se le perdonan todos sus crímenes.
Esa es la historia que cuenta esta película protagonizada por Brad Pitt (en el papel de James) y Casey Affleck (en el rol de Bob Ford). Sólo que le añade un elemento. En el filme, el traidor no actúa por avaricia, tentado por la recompensa, sino porque no soporta la caída de su ídolo: él conoce a Jesse James, lo admira, pero luego se da cuenta de que no es más que un criminal, uno sanguinario, para más datos.
La historia es interesante. ¿Lo es también la película? Sí, pero cuidado. Dura dos horas y media, tiene larguísimos planos en los que sólo se ven paisajes y hombres andando a caballo, no posee prácticamente escenas de acción. Es decir: un western, sí, pero ralentado hasta el borde de la exasperación.
Por eso vale la advertencia. Quien sea propenso a los filmes de bajo impacto, con largos diálogos, pocos acontecimientos y un ritmo cansino, se puede sentar en la butaca y sacar provecho de este filme bucólico e introspectivo. Pero el que esté esperando persecuciones, tiroteos y acción desbordante que mejor lo olvide. Este western crepuscular no fue pensado para él.