Por Sebastián Martínez
"Beowulf": épica, medievalismo y hi-tech
21 de noviembre de 2007
Todo aquel que haya nacido en un país anglosajón sabe de memoria qué es “Beowulf”. Debió sufrirlo en la secundaria, estudiarlo, recitarlo y analizarlo. Es el equivalente al “Cantar del mío Cid” para quienes nacimos en países de lengua castellana. Es decir, un poema épico de los albores de la Edad Media, que se ha conservado hasta nuestros tiempos y que es considerado un mojón fundacional para la literatura europea.
De ahí que el estreno de “Beowulf”, la película de 2007, tenga en el hemisferio norte un sabor distinto al que tiene en esta lejana periferia hispanoparlante. Para ellos, la curiosidad por ver en pantalla grande las aventuras de su héroe épico viene incentivada desde los manuales escolares. Para quienes abrevamos en otras fuentes (digamos, “Don Quijote” o “Martín Fierro”) la cuestión no tiene tanta gracia.
Pero más allá de las sutilezas en la comprensión del filme, ¿de qué trata “Beowulf”? El poema original tiene una trama que deja un poco que desear para las concepciones contemporáneas de narrativa. Se trata de un monstruo llamado Grendel que asola un pequeño reino noruego. La única alternativa que les queda es aguardar la llegada de un héroe que mate al demonio.
Ese héroe es sueco y se llama Beowulf. El tipo llega y mata a la horrenda bestia. Después, va y se enfrenta con la madre de la criatura y también la despacha. Luego, el poema pega un salto de 50 años y Beowulf, que para entonces ya es el rey del lugar, también mata a un dragón que aterrorizaba a los pobres campesinos nórdicos. Y punto final. Esa es toda la historia original.
Cuando el director Robert Zemeckis tomó a su cargo el proyecto de reconstruir este poema se rodeó de dos guionistas ingeniosos: Roger Avary (“Tiempos violentos” y “Las leyes de la atracción”, entre otras) y Neil Gaiman (“Stardust”). El propio Zemeckis ya se ha ganado un lugar en el Cielo de Hollywood con dos o tres obras maestras como “Volver al futuro”, “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” y “Náufrago”.
Tantas ideas juntas no podían fallar. Entre los tres tomaron el poema original y le dieron nueva vida y nueva coherencia, mediante el sencillo procedimiento de agregarle un poco de lujuria al asunto. El objeto de deseo será la madre de Grendel, quien lleva en este caso nada menos que el cuerpo y la cara de Angelina Jolie, lo que alcanza para darle verosimilitud a cualquier argumento.
De este modo, la trama de la película sigue respetando los pasos del poema original, pero ahora todo parece tener más cohesión, más sentido y, además, es algo más entretenida. Encima, pareciera que los agregados de Zemeckis y compañía a la historia medieval no carecen de fundamentos, si se toma en cuenta que la historia fue transcripta por monjes católicos, que bien pueden haber quitado todo elemento sexual del poema original.
Pero lo argumental es sólo un aspecto del asunto. El otro cariz sorprendente de “Beowulf” es la tecnología. ¿Es una película de animación? Bueno, no queda otra que admitirlo. Pero por un lado es bueno aclarar que no es un filme para niños. Y, por otro lado, hay que decir que es la primera vez que la animación se parece tanto a la realidad. Con la misma técnica que utilizó en “El expreso polar” y en “Monster House”, pero muy mejorada, los personajes de “Beowulf” son como seres humanos dibujados por el más meticuloso de los artistas realistas.
La resultante de esta mezcla entre épica medieval y tecnología de última generación, entonces, suple la falta de familiaridad que uno pueda tener con la tradición literaria anglosajona. “Beowulf” termina resultando, de este modo, una de esas películas que uno no puede dejar de ver aunque sea simplemente para ver de qué se trata. Y, entre el asombro ante la técnica y el natural interés por cualquier historia con héroes, la película se va deslizando, sin fricciones, sin aburrir, sin deslumbrar.