Por Sebastián Martínez
"Matar o morir": ¡a desperdiciar municiones!
18 de octubre de 2007
Clive Owen tenía un registro casi impecable. No todas sus producciones eran buenas, pero ninguna era tremendamente mala. Habrá que ver ahora cómo sale parado después de su incursión en “Matar o morir”, la película de acción con más muertes por minutos de los últimos años.
El argumento, o lo que se puede contar de él, plantea un núcleo sencillo. El señor Smith, interpretado por Owen, se ve casi casualmente involucrado en el salvataje de una parturienta que está a punto de dar a luz y, al mismo tiempo, es perseguida por una docena de pistoleros en los suburbios de Toronto.
Pocos minutos después de que la película comienza, Owen ya ha despachado con inexplicable puntería a una veintena de gangsters, la mujer ha parido a su hijo y luego ha muerto, y nuestro héroe descubre que su nueva tarea es proteger a la criatura recién llegada al mundo.
A partir de entonces, lo que se ve en la hora y veinte que resta de cinta es una sucesión más o menos inverosímil de tiroteos, cada vez más sangrientos y cada vez más masivos, que llevan a la película a transformarse de a poco en uno de esos videojuegos hiperviolentos, donde el jugador va volando cabezas de enemigos a medida que aumenta su puntaje en un rincón de la pantalla.
Claro que hay otras pequeños ganchos argumentales que tratan de sostener una trama. Conoceremos a Donna, una prostituta encarnada por Monica Bellucci que es “convencida” de que actúe como “madre de leche” del bebé. Iremos profundizando en la vida de Hertz, el hipervillano interpretado por Paul Giamatti, que se va obsesionando con el misterioso héroe que corre por toda la ciudad con un bebé a cuestas.
Pero, fundamentalmente, nos quedaremos viendo a nuestro nuevo héroe de acción: el señor Smith, cuyos rasgos salientes son una curiosa adicción por las zanahorias y una irrefrenable tendencia a decir continuamente lo que más odia, ya se trate de los conductores imprudentes o de aquellos que hacen ruido al tomar el café.
En un intento por mantener a flote la historia del filme, en algún momento comenzará a hablarse de la industria de las armas, de la política electoral de los Estados Unidos y de alguna otra incidencia colateral. Pero a nadie le importa realmente.
Lo que valen aquí son las escenas de acción, que por lo general se reducen a escenas de enfrentamientos armados. Tiroteos con bebés en brazos, tiroteos durante el sexo, tiroteos con zanahorias en los gatillos, tiroteos en paracaídas. El director y guionista Michael Davis no se detiene ante casi nada para ofrecerle al espectador un disparo más.
Habrá, por supuesto, quien disfrute la película. Es que aquella persona más habituada al lenguaje de las consolas de videojuegos que a la narrativa cinematográfica no tiene por qué chocarle esta historia a balazo puro. En cambio, quienes crean que la acción debe ir acompañada por alguna otra cosa, es mejor que empiece a buscar en otro lado.