Por Sebastián Martínez
"Zodíaco": crimen, obsesión y marketing
16 de mayo de 2007
Los asesinos seriales venden. Ése es un axioma que Hollywood no ha podido olvidar desde el estreno de “El silencio de los inocentes”, en 1991. Pero la lista es mucho más amplia: “Pecados capitales” (sobre un asesino moralizante), “Desde el infierno” (sobre Jack “El Destripador”, casi un artífice del género), “El coleccionista de huesos” (sobre un asesino que quiere ser atrapado) y, de hecho, toda las sagas de películas de terror de los 80, empezando por “Martes 13”, siguiendo por “Halloween” y terminando por “Pesadilla en lo profundo de la noche”.
Todas ellas han sido beneficiarios de la fascinación por los homicidios encadenados por la lógica. De todos modos, hay que diferenciar dos tipos de filmes sobre asesinos seriales. Uno de ellos es el que se construye sobre elementos absolutamente ficticios, permitiendo finales (si bien no siempre felices) perfectamente cerrados: el asesino por lo general cae y todo su entramado psicópata queda al descubierto.
Otra es la historia cuando el cine aborda las vidas de los asesinos seriales reales, casos extraídos de los expedientes policiales. Y si, para colmo, se trata de un caso que no ha sido resuelto, el tema se pone aún más complejo. Recién entonces nos estamos acercando a “Zodíaco”, el último filme de David Fincher, archiconocido por “Pecados capitales” y “El club de la pelea”.
“Zodiac”, tal como firmaba sus cartas en el inglés original, fue un homicida al que se le comprobaron oficialmente cinco crímenes entre diciembre de 1968 y octubre de 1969. Primero asesinó a una mujer y a su amante a bordo de un auto. Luego, acuchilló a una mujer junto a un lago y a su novio lo dejó gravemente herido. Finalmente, mató a un taxista en una calle de San Francisco.
Los especialistas en esta clase de criminales concuerdan en que Zodíaco no fue un asesino particularmente prolífico, ni una mente genial, ni un psicópata que destacara por su crueldad. ¿Qué es, entonces, lo que lo hace merecedor de una película?, ¿qué fue aquello que cautivó a la sociedad norteamericana entre los 60 y los 70 sobre Zodíaco?
La respuesta quizás haya que buscarla en el “marketing”. Zodíaco fue, si se quiere, el primer asesino serial que creó su propio marketing. Para empezar, él mismo daba a conocer sus crímenes a la policía pocos minutos después de cometerlos. Luego, enviaba una carta a los diarios más importantes de la zona, retando a las autoridades a atraparlo. Acompañaba estas cartas con acertijos más o menos sencillos. Y, como si fuese poco, se hacía llamar “Zodiac” y firmaba con un logotipo muy similar al gráfico de las miras telescópicas.
Es decir, un asesino que sabía cómo promocionarse. De hecho, en su búsqueda de “reconocimiento”, Zodíaco se adjudicó varios homicidios que, según podía comprobarse luego, él no había cometido. La consternación y el morbo que despertó su figura llegó, de hecho, al cine. El criminal de “Harry, el sucio” (aquella con Clint Eastwood de 1971), cuyo nombre era “Scorpio”, estaba basado en Zodíaco.
Pero el filme de Fincher sobre Zodíaco no se centra tanto en el criminal, sino en los investigadores. Primero en David Toschi, el policía interpretado por Mark Ruffalo que encabeza las pesquisas. Luego, en Paul Avery, el periodista que encarna Robert Downey Jr. y que llegó a recibir cartas amenazante del asesino serial. Y, final e inesperadamente, en Robert Graysmith, un caricaturista en la piel de Jake Gyllenhaal, que se obsesiona con el caso y continúa investigándolo cuando todos lo han olvidado.
La historia de estos tres hombres, el modo en que una investigación criminológica se convierte en su monomanía y va corroyendo de a poco cada una de sus vidas, es el tema central de esta película. Una película atrapante (aunque un poco cansadora en sus dos horas y media largas) que no será recordada como la mejor de David Fincher, pero que tiene lo suyo para ofrecer.