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Por Sebastián Martínez
"Alatriste": mucho libro para una película
4 de abril de 2007
El escritor español Arturo Pérez-Reverte se ha hecho famoso de la mano del capitán Diego Alatriste. La figura del seco e invencible veterano de las guerras de Flandes ha llevado al literato a convertirse en autor de moda, celebridad más o menos hemisférica y símbolo del resurgimiento de las novelas de caballería en el universo de la narrativa actual.

¿Quién es Diego Alatriste? Pues el protagonista de seis novelas que Pérez-Reverte ha venido publicando desde 1996 con creciente éxito e interés de un público ávido de aventuras más o menos bien narradas, que estén ancladas en el reconocible mundo de la España del siglo XVII.

Hace ya varios meses, el escritor se le acercó al director Agustín Díaz-Yanes y directamente le dijo: “Quiero que tú escribas y dirijas un filme sobre Alatriste”. Y le puso una sola condición: que sea una película con todas las letras, que no sea una miniserie ni tenga su estética.

Y es así que ha nacido “Alatriste”, la que quizás sea la más grande superproducción del cine español hasta la fecha. Un filme que no escatima en gastos a la hora de recorrer gran parte de la vida del veterano soldado que, en épocas de paz, alquila su espada al mejor postor.

El resultado es un tipo de película a la que no estamos del todo habituados. Una “de aventuras”, pero hablada en castizo. Con un protagonista a medias heróico, pero a medias insensible. Con un buen dinero encima, pero casi sin efectos digitales, lo que a esta altura constituye toda una rareza. Con un ritmo aceptable, pero lejos de la montaña rusa que suele proponer Hollywood para este tipo de épica. Con un argumento cargado de escenas no siempre bien ligadas, por lo que representa todo un desafío seguir el hilo de la historia para quienes no hayan leído las novelas Pérez-Reverte.

El asunto empieza en los campos de batalla de Flandes, donde el imperio español se juega una guerra decisiva para su supervivencia. Allí, Alatriste protege a un noble español de la muerte, pero en el camino pierde a un amigo. Antes de morir, éste le pide un único favor: que cuide a su hijo, tarea que es sencilla mientras el niño aprende a manejar sus espadas, pero se vuelve más compleja cuando entra en la juventud y los amores y las batallas lo convocan.

Para volver el panorama más arduo aún, Alatriste queda en medio de un fallido complot de la Iglesia para asesinar nada menos que al príncipe de Gales, maniobra que lo deja en el doble rol de perseguido y protegido por los bandos que se disputan los favores del rey Felipe IV. Claro que no faltará el amor de Alatriste por la mujer más codiciada de España, la actriz María de Castro (interpretada por Ariadna Gil), que por supuesto será un amor irrealizable.

Un enigma aparte es el acento inescrutable de Viggo Mortensen dándole carnadura a un Alatriste tan recatado y parco como decidido. No es para menos: el querido Aragorn de “El señor de los anillos” es hijo de un danés, nacido en Nueva York, criado en Buenos Aires y radicado en los Estados Unidos. Cuando habla en “porteño” parece nacido entre los tablones del viejo Gasómetro, pero cuando le toca imitar el madrileño del siglo XVII, la cosa se le complica.

El resto del elenco, que incluye a Eduardo Noriega, al talentoso Javier Cámara y a Carlos Bardem, se las ingenia para quedar bien en medio del impecable diseño de producción de “Alatriste”.

Porque hay que decirlo. Los problemas de esta película no son de pesetas. El cine español ha probado aquí que puede hacer superproducciones. Lo que tal vez esté en el origen de las fallas de “Alatriste” sean los libros. No porque sean malos libros, sino porque son media docena y se quieren resumir en 150 minutos de cinta. Esto deriva en un ejercicio excesivo de condensación. ¿Y si hubieran hecho varios capítulos? En fin, ya es tarde.