Por Sebastián Martínez
“Superman regresa”, la saga resucita y (casi) todo sigue igual
12 de julio de 2006
”Por qué el mundo no necesita a Superman”. Ese es el título de un artículo escrito, en las más absoluta de las ficciones, por la periodista Lois Lane (conocida más domésticamente como Luisa). Claro, la mujer estaba despechada. Su íntimo superhéroe la había dejado atrás y se había marchado durante cinco años a explorar las ruinas de su Kriptón natal. Cuando el “hombre de acero” vuelve a su hogar, encuentra un mundo asolado por la violencia, una novia que ha tenido un hijo y se ha comprometido con otro, y un enemigo que ha quedado en libertad.
Un panorama desolador para el pobre Superman. Ya se sabe: no es fácil ser superhéroe. Hay que ocultar la identidad, es difícil llevar adelante una relación, hay que estar disponible para evitar todo tipo de catástrofes y nunca falta algún demente que quiere apoderarse del mundo. Si lo sabrán Batman, el Hombre Araña, los X-Men y toda la prosapia de encapuchados angustiados que vienen poblando la gran pantalla en los últimos años. Este Superman no es la excepción. Lejos quedaron aquellos años en que el Salón de la Justicia parecía ser un atractivo refugio para paliar la soledad del héroe. En los tiempos que corren hay que calzarse el traje, salir a pelear y resistir.
Por eso, volvamos a Kansas, donde el pequeño Clark Kent supo criarse y descubrir su particular destino. Es en ese paisaje bucólico donde comienza este nuevo derrotero de Superman, interpretado por el novato Brandon Routh y dirigido por Bryan Singer (“Los sospechosos de siempre”, “X2”). Es en la granja paterna, donde el héroe aterriza forzosamente después de su deprimente excursión por Kriptón. Pero permanecerá allí sólo unos días, los suficientes para escuchar los consejos de su madre, y luego, de regreso a Metrópoli y a su antiguo puesto de reportero en el Daily Planet. Allí, definitivamente comenzarán los problemas.
Y los problemas de Superman tienen nombre y apellido: Lois Lane y, por supuesto, Lex Luthor. La primera, aquí encarnada por Kate Bosworth (“Sueños rotos”, “Las reglas de la atracción”), y el segundo bajo la piel de Kevin Spacey (“Los sospechosos de siempre”, “Belleza americana”). No tiene sentido avanzar más sobre la trama. Sólo señalar que el mítico personaje de DC Comics volverá aquí a sufrir los mismos males que siempre lo han aquejado. Es decir, las dificultades para relacionarse con la mujer que ama (que ahora ha sumado un hijo y un prometido a su entorno) y los problemas que le crea un villano con irrefrenables deseos de dominación planetaria.
Unas palabras sobre el reparto. Al casi debutante Routh le cupo la responsabilidad de calzarse la capa del fallecido Christopher Reeves, cuya figura ha quedado asociada en forma indeleble a Superman. Routh hace lo que puede: el parecido físico con su predecesor lo ayuda y, para acrecentar las similitudes, busca mantener esa pequeña dosis de sobreactuación que en Reeves era leída como ironía. Lois Lane es ahora Bosworth, quien no es desmedidamente hermosa y quizás ese aspecto de mujer real (algo endurecida por el desengaño) haya colaborado para que apruebe como digna sucesora de Margot Kidder. El caso del villano queda fuera de discusión. Gene Hackman era un gran Lex Luthor, algo campechano pese a su alto intelecto y hasta un poco querible pese a su maldad. Kevin Spacey lo emparda al componer un Luthor un poco más refinado, igualmente irónico y con alguna dosis de violencia.
En realidad, nada falla en esta película y, sin embargo, tiene regusto a poco. Quizás sea porque Superman ha sido siempre el superhéroe más conservador de su camada. No tiene la oscuridad de Batman, no representa la angustia adolescente que nos acercan las nuevas versiones del Hombre Araña y, por supuesto, nunca alcanza los grados de cuestionamiento político que exhiben los mutantes de X-Men. Todo lo contrario: Superman es políticamente correcto. Tal vez demasiado. Nunca se pregunta por el origen de la violencia. Se limita a combatir sus consecuencias.
Ni siquiera se opone a todo tipo de violencia. Se encarga más bien de delitos domésticos, de los que figuran en el Código Penal. En el comienzo de este filme, Superman queda abatido cuando ve por televisión las imágenes de las guerras. Sin embargo, pareciera que luego olvida los conflictos de gran intensidad. Se aboca más bien a las catástrofes aéreas, los incendios, los robos, los accidentes de tránsito. Incluso, su mayor enemigo, el mismísimo Lex Luthor no amenaza esta vez al mundo con arsenales nucleares o planes terroristas, sino que elige el más modesto camino del desfalco inmobiliario.
De todos modos, nobleza obliga, la película tiene sus hallazgos. Por lo general, llegan de la mano de algunas sólidas actuaciones y de un bienvenido sentido del humor. Pero también desde la propia trama, que se reserva un vuelco inesperado del que, obviamente, nada puede adelantarse.
Si la pregunta inicial enunciada por Lois Lane era si el mundo necesitaba o no a Superman, este nuevo capítulo de la saga no termina de ofrecer una respuesta. Quizás sí, quizás el mundo necesite de Superman. Pero, tal vez, sea otro Superman, éste se queda un poco corto.