Las nueve nominaciones de "Vivir al límite" a los premios Oscar han dejado una excelente película en el centro de todas las miradas. No sólo porque se dará la particularidad de que su directora Kathryn Bigelow competirá con su ex esposo, James Cameron, sino porque ella podría transformarse en la primera mujer en recibir una estatuilla de la Academia como realizadora.
Pero más allá de las nominaciones y premios de "Vivir al límite", que son muchísimos, el filme de Bigelow vale en sí porque ofrece una mirada distinta, perturbadora y no moralizante sobre la guerra de Irak.
El argumento de "Vivir al límite" gira en torno a un escuadrón del ejército de los Estados Unidos dedicado a desactivar bombas. El sargento James se integra a ese equipo y, mientras sus compañeros de armas sólo sueñan con regresar enteros a casa, él se obsesionará con su trabajo, al punto de no prestarle la más mínima atención a los riesgos mortales que enfrenta en los combates urbanos.
La mirada de Bigelow sobre la guerra es particular: el filme podría inscirbirse en la tradición más clásica del cine bélico, pero aquí no hay "bajada de línea". O, a decir verdad, la hay pero de un modo tan sutil, que requiere tanta reflexión de parte del espectador que bien puede decirse que "Vivir al límite" integra un selecto grupo de las grandes películas de guerra junto a "Apocalipsis ahora" y "La delgada línea roja".
En marzo se sabrá si los votante de la Academia se inclinan por el derroche visual de "Avatar" o por este delicada pieza de brutalidad bélica.