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3 de diciembre de 2024
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Por Carlos Nasif
Está en juego el prestigio de la carne argentina
15 de mayo de 2009
En la última semana las declaraciones públicas de dirigentes del sector agropecuario dejaron al descubierto una regresión a comienzos del siglo XX que pocos se atreverían a imaginar como posible.

El titular de la Federación Agraria, Eduardo Buzzi, aseguró que el área sembrada de trigo sería igual o inferior a la 1902, y el de la Rural, Hugo Biolcati, que en 2010 u 2011 se necesitaría importar carne, como si se regresara a las épocas de los barcos a vapor con hacienda en pie de Gran Bretaña para poblar los extensos campos argentinos.

En estos tiempos de desarrollos vertiginosos, de multiplicidad productivas a través de técnicas innovadoras, pensar en un regreso a los tiempos de comienzos del siglo XX es un absurdo. Pero, aunque parezco absurdo, el riesgo es cierto en el caso de la ganadería.

La Argentina, pese a sus potencialidad, ya perdió la condición de granero del mundo, distinción alcanzada entre las dos guerras mundiales y que ya forma parte del recuerdo. ¿Será posible ahora perder el cetro de país ganadero, con la mejor carne del planeta?

Desde hace al menos 30 años el stock ganadero está estancado entre 50 y 55 millones de cabezas. En todo este tiempo no hizo falta recurrir al exterior para traer carne y reemplazar nuestros afamados bifes, aún cuando la población creció y las exportaciones se incrementaron en esas tres décadas.

Pero ahora hay otros factores que han generado opiniones como las de Biolcati y que se reproducen en otros integrantes de la cadena de la carne casi con exactitud.

La tremenda sequía que lleva más de un año entre nosotros, la baja preñez de este año; la política ganadera que ha marginado a la vacas a zonas menos productivas; el aumento del consumo interno y la feroz demanda internacional, frenada por regulaciones del Estado que impide la exportación forman un cóctel temerario aún para el más experimentado bebedor.

Aunque las cifras oficiales son escasas, un informe de Confederaciones Rurales Argentinas afirma que la faena de hembras ya representa el 55 % del total de la producción de carne. Otro dato desalentador.

La realidad indica que el actual camino lleva, inexorablemente, a que en poco tiempo no haya posibilidades de abastecer a la población con la producción local. Muchos especialistas creen que no va a suceder antes de que finalice el mandato de Cristina Fernández de Kirchner.

Hoy existe un solo dato concreto y real. La vacunación contra la fiebre aftosa es una medida del rodeo y comparando los datos de 2007 contra 2008 hay un 5 por ciento de diferencia en el rodeo vacunado. De las 60.709.000 cabezas vacunas en 2007 se paso a 57.700.000 el año pasado. Esto representa 3 millones de cabezas menos, de las cuales 2,2 millones son hembras, entre vacas, vaquillonas y terneras, y de allí los temores de los productores por lo que sucederá en los próximos años.

Otro dato incontrastable es el que cuenta el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina y es que a pesar de ser el argentino el habitante del mundo que más come este producto por año, aún no logra valorar el trabajo que hay detrás de cada corte hasta que llega al plato.

En esto viene trabajando el IPCVA y esta semana, como parte de ese programa, lanzó una nueva campaña de comunicación. El mensaje es destacar el valor agregado que tiene la carne, desde su origen en el campo hasta los grandes centros de consumo.

La ganadería sigue contando con un horizonte donde proyectar su desarrollo, lo que está sucediendo ahora es que el celaje está generando incertidumbre, todos temen la tormenta y aunque la lluvia es esperada, la coyuntura de la ganadería no admite más contrariedades.

Sólo el tiempo demostrará cuál es el límite de la producción ganadera en las actuales condiciones y con un clima que no acompaña. El asado, por ahora, no está en riesgo, pero sí corre serio peligro el prestigio ganado por más de un siglo y consolidado a lo largo del tiempo como un país netamente identificado con la carne buena y abundante.