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21 de noviembre de 2024
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Por Carlos Nasif
La ganadería es parte indisoluble del campo
20 de abril de 2009
Hay varios arquetipos que identifican a la Argentina en el mundo. Uno de ellos es el de la calidad de la carne y el hábito de la población de consumir este producto como no sucede en otra parte del planeta.

Esto no está en discusión. Lo que se debate es cómo sigue el futuro ganadero inmerso en una política que ya provocó las primeras heridas: la agricultura desplazó los animales hacia zonas más marginales.

Aseguran los expertos y los productores por temores propios que la ganadería argentina, si sigue así, estará en extinción. Es cierto que sin un cambio de políticas se producirán otras heridas en el sector, pero la ganadería es parte indisoluble de las estructuras del campo y de allí a su extinción existe un largo trecho.

Es cierto también que la cría es hoy la más castigada, azotada no sólo por falta de promociones para el desarrollo, sino por una sequía voraz. Sin cría no hay futuro.

Afortunadamente hay hechos que alientan a pensar en que el ganadero aún no murió. El stock sigue estancado desde hace 30 años y es una mala señal. Esto es parte de la soledad del productor a la hora de armar los rodeos y es lo que nos ha diferenciado con Brasil, que aún con carne de menor calidad ha llegado al mundo con mucha más cantidad.

Pero la genética argentina está intacta y es una de las más importantes del mundo. No hay rodeo en la tierra que cuente con el banco genético de razas inglesas en tanta calidad y cantidad. Ni siquiera los propios británicos.

La tecnología se sigue incorporando, aunque sea para ser más eficientes y poder mantenerse en el mercado, y esto ayudó enormemente para seguir produciendo en condiciones básicas hasta que el horizonte aclare.

También el interés está intacto, sino el Instituto de Promoción de Carne Vacuno no hubiese logrado reunir 400 personas en un seminario de capacitación en el Chaco. Y en pocos días más habrá otra jornada en San Luis, como prueba de la expansión de la capacitación a lo que los productores adhieren.

Y existen más señales. A pesar del cierre de las exportaciones, del precio aplastado de la hacienda y de los cortes, la industria prácticamente no ha cerrado sus puertas. Tuvo complicaciones, ha suspendido personal, se abarrotó la cámara de carne por momentos, pero no sucedió como en otros sectores que frente a una crisis bajó la guardia.

La ganadería está herida, pero no muerta y el antídoto para fortalecerla no tardará en llegar. Sólo es preciso corregir algunos rumbos, que si no se dan por decisiones políticas será por la propia naturaleza del mercado, y aprovechar el empujón de una idiosincrasia que por décadas ha mantenido a la carne argentina en el podio de los destacados.