Por Carlos Nasif
Llegó la hora de dar un paso adelante o atrás
3 de abril de 2009
El conflicto entre el Gobierno y el campo parece estar en un pantanal, donde no se logra hacer grandes avances y en el que cuesta mucho tomar una decisión.
El sector rural demuestra su rechazo a la política del Gobierno, pero lejos de acercarse al nivel de protesta o congregación de productores comparado con el año pasado. De todos modos, mantiene en vilo a la masa rural como para organizar en muy pocas horas lo que antes le demandaba días.
Los pequeños logros alcanzados en las negociaciones del Gobierno son bálsamos que encadenados alientan una nueva esperanza de superar las diferencias, aunque se trate de una tibia expectativa.
La vista puesta en el Congreso, que seguramente puede entrar en un letargo cuando se lancen las campañas para las elecciones del 28 de junio, es una venta que renueva las expectativas.
Los dirigentes creen poder aunar esfuerzos para tratar de modificar el sistema de retenciones desde el Parlamento y así atenuar la bronca del interior.
Los productores saben que a medida que se acerque junio se reducen las posibilidades de plantear un paro o una protesta masiva, para no confundirla con un acto político.
Conocen que tienen este mes para avanzar lo más posible en el tema retenciones y especialmente el trigo, cuya siembra se aproxima y la intención de cultivar este grano fino es cada vez más apática entre los productores.
También llega el invierno y con ello la escasez de alimentos para la hacienda, ya castigada de por sí por una sequía amplía y profunda, que dejó sus huellas. La ganadería es un polvorín en puerta, que puede estallar en cualquier momento.
No solamente se están incumpliendo los compromisos internacionales, sino que se necesitará pensar en alguna estrategia para cubrir el mercado interno si no se cambia el rumbo para no hacer caer más la producción.
Las alternativas cada vez son menores, porque el tiempo transcurre, no hay salida y lo primero que hace el productor es frenar la inversión. Esta cosecha demostró que frente a problemas serios, la caída es inevitable.
La misma Secretaría de Agricultura estimó una caída en 10 millones de toneladas de soja, cuando debería ser al revés la tendencia.
El campo sigue en pie de guerra, alerta, pero con menos armas. Comienzan a jugar nuevos factores, hay más presión por las soluciones y el tiempo, inexorablemente, está sentenciando la suerte de unos y otros.